—¿Los aspectos emocionales están influyendo más ahora, o simplemente se los está tomando más en cuenta?
—En los últimos 10 o 15 años hubo una modificación sustancial de los motivos de consulta. Cuando yo egresé de la Facultad, en 1975, casi el 100% de las consultas eran por una causa específicamente física, pero en los últimos tiempos crecieron enormemente los problemas de orden emocional. Es decir, las dificultades que tenemos para manejarnos en la cotidianeidad. El cuerpo emocional se ve desbordado y aparecen las somatizaciones. Al principio, solo son alteraciones de la función, pero en la medida en que no son contenidas y tratadas adecuadamente terminan constituyendo enfermedades claramente demostrables. Hay una necesidad creciente de poder comunicarse, de poder encontrar un marco de referencia donde volcar aquello que estamos sintiendo y que muchas veces, a pesar de estar en el siglo de las comunicaciones, no logramos transmitir al entorno más cercano. Generar ese espacio, en la relación médico-paciente, me fue dando un conocimiento muy profundo de cómo es el ser humano, cómo siente, piensa y actúa, y eso fue el primer paso para poder escribir los libros. Me fui dando cuenta que no es posible curar solamente a través de una medicación o una cirugía, sino que había que atender al individuo en forma integral. Brindarle herramientas para que pueda lograr una mejor calidad de vida, equilibrio y paz interior.
jueves, 30 de agosto de 2007
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